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Carta abierta sobre derechos culturales migrantes

Por Diego Salazar

La participación en la vida cultural es un derecho humano que no está garantizado en igualdad y en una sociedad multicultural (como la española) es urgente garantizarlo también a la población migrante y racializada. 

La cultura juega un papel clave en la transformación social por su capacidad para conectar personas; activa espacios de diálogo y encuentro, favorece la expresión de ideas e identidades diversas, promueve el desarrollo de habilidades críticas y creativas, permite crear imaginarios comunes, impulsa la autoorganización comunitaria, en definitiva, proporciona las bases para que las personas intervengan en la esfera pública y participen activamente en los debates sociales y políticos que las afectan. Por lo tanto, garantizar el derecho a la participación cultural de las comunidades que habitan los márgenes no es sólo un asunto de visibilidad, que también, sino que es una vía de entrada para defender el resto de derechos. Si el 31% de las personas que vivimos en Barcelona nacimos fuera de España, tenemos derecho a preguntarnos: ¿Dónde estamos representadas en el ecosistema cultural de la ciudad? ¿Por qué no ocupamos una centralidad en los espacios de decisión de las instituciones, equipamientos y programaciones? ¿Están valorados nuestros aportes culturales como parte esencial de esta ciudad? ¿Es posible transformar estas dinámicas que nos relegan a un papel periférico en la cultura local? 

Desde Fes! Cultura hace tiempo que venimos activando esta conversación entre personas migrantes y racializadas que trabajamos en cultura, para idear propuestas que ayuden a que en esta ciudad más y más personas, sobre todo las que hemos venido de fuera, podamos hacer parte de la comunidad cultural local. Pero no porque queramos reemplazar lo que ya existe o exijamos más de lo que tienen las personas que se identifican como locales, sino porque queremos participar en igualdad de condiciones, contribuir a los debates públicos y hacer parte de los espacios de decisión. Porque vivimos aquí, porque tenemos la necesidad de crear y expresarnos, de proyectar nuestras identidades culturales, de construir espacios para vincularnos y afrontar los retos colectivos, no únicamente los nuestros, sino los de todas las personas. 

Se invita a participar a las personas migrantes como aprendices de prácticas artísticas hegemónicas, sin dar acceso a los espacios de gobernanza

Es evidente que partimos en desventaja a la hora de querer participar activamente en cultura teniendo un origen extranjero, sobre todo si venimos de países del sur global. La falta de redes, el racismo, la escasez de referentes, la lengua, las trabas de acceso a la ciudadanía, el desarraigo, la precariedad, el desconocimiento del sistema cultural y administrativo y un largo etcétera, son barreras que nos abocan a los márgenes de un entorno cultural que percibimos lejano, excluyente y hostil. Y aunque son incontables las personas y colectivos migrantes que poco a poco nos vamos abriendo paso en la ciudad, las relaciones con las instituciones y entidades locales no son siempre fáciles. Muchas de las iniciativas que nos proponen corren el riesgo de caer en prácticas de tokenización, es decir, incorporan a personas migrantes y racializadas con el fin de cumplir cuotas inocuas que hacen ver que se tiene en cuenta la diversidad cuando en el fondo ese aspecto no es central. También son comunes las metodologías asistencialistas en las que se invita a participar a las personas migrantes como aprendices de prácticas artísticas hegemónicas, sin dar acceso a los espacios de gobernanza. O dinámicas extractivistas que se apropian de los saberes y del valor de “lo diverso”, dejando fuera a las personas que contribuyen con sus conocimientos y son tratadas como meros objetos de estudio. No son pocas las instituciones que pregonan enfoques interculturales que celebran las diferencias, pero son incapaces de posicionarse en la defensa de los derechos de la población migrante o en la denuncia del colonialismo. ¿Pero qué podemos hacer para cambiar esta situación? ¿Qué propuestas concretas tenemos al abasto? 

Acceso a la cultura

La mayoría de las políticas culturales se orientan a garantizar el acceso a la cultura en condiciones de igualdad. Sin embargo, esta dimensión se plantea desde una lógica de oferta cultural. Es decir, las instituciones culturales crean unas programaciones y se esfuerzan para que sean accesibles al conjunto de la población. Pero ¿quién decide esas programaciones? ¿Se tienen en cuenta los intereses y las necesidades de las poblaciones migrantes y racializadas? ¿Se incorporan referentes de estas comunidades en los equipos de programación y gestión? ¿Se hace un esfuerzo por incorporar prácticas culturales no hegemónicas? ¿Se plantean debates internos sobre eurocentrismo, homogeneización cultural y antirracismo? 

¿Quién decide esas programaciones? ¿Se tienen en cuenta los intereses y las necesidades de las poblaciones migrantes y racializadas?

La diversidad cultural obliga a un cambio de enfoque en las políticas de acceso a la cultura que responda a las necesidades de una población en constante transformación. Ya no es suficiente analizar los intereses de las personas que asisten puntual o regularmente a los equipamientos, sino que se debe tratar de interactuar con las personas que no participan aún teniendo el derecho. Uno de los principales retos a los que se deberían enfrentar los equipos de programación y gestión de públicos, es lograr que las personas que utilizan sus servicios culturales se correspondan con el perfil demográfico del territorio. Porque no es suficiente con abrir las puertas, sino que se deben impulsar estrategias dirigidas para invitar a pasar, o para que los equipamientos se extiendan a los lugares en donde hace cultura la gente. 

Participar activamente en cultura

Para que todas las personas puedan participar activamente en cultura se debe proteger el derecho a desarrollar libremente el propio talento, a través de espacios para la práctica, creación y expresión artística y cultural, así como el acceso a recursos de formación. 

En Barcelona, aún hace falta garantizar el acceso de la diversidad a la formación continua en cultura y promover prácticas artísticas no hegemónicas. Es necesario ofrecer más espacios de formación, acompañamiento y promoción para que las creadoras migrantes puedan desarrollar sus proyectos artísticos y culturales e insertarlos en el sistema cultural local. Además, es preciso desarrollar programas de creación y producción que tengan en cuenta los condicionantes sociales a los que se enfrentan los  colectivos. La creación de sistemas de mapeo vivo y redes de trabajo puede facilitar la conexión y el intercambio de recursos. 

Al abrir espacios a productos culturales diversos, se generan beneficios sociales, se incorporan nuevos públicos y se aporta valor al sector. 

A estas alturas, incorporar referentes culturales migrantes y racializadas en el ámbito académico, los medios de comunicación y el circuito cultural en general, debería ser una prioridad. Esto permitiría visibilizar las expresiones artísticas y culturales de la diversidad de comunidades que convivimos en la ciudad, rompiendo con los patrones hegemónicos establecidos y promoviendo el posicionamiento de nuevas tendencias. La inclusión de nuevos referentes en la escena cultural no debe considerarse un acto de caridad, sino una oportunidad para enriquecer la oferta, atraer a nuevos públicos y fomentar la innovación. Al abrir espacios a productos culturales diversos, se generan beneficios sociales, se incorporan nuevos públicos y se aporta valor al sector. 

Prácticas culturales comunitarias

Las prácticas culturales comunitarias son fundamentales para el desarrollo social y cultural, especialmente en sociedades diversas con sistemas culturales que tienden a la homogeneización, porque abren espacios para la participación de comunidades cuyas prácticas culturales no se ajustan al canon establecido. Por lo general, este tipo de actividades surgen por fuera del radar institucional, pero relegarlas a los márgenes significa privar a las personas de los recursos que garantizan su derecho a conformar comunidades culturales y a desarrollar su potencial creativo.

Incorporar los cuidados como una cultura en sí misma, reconociendo la diversidad de saberes y sensibilidades en este ámbito.

Ya es hora de que adoptemos una visión ampliada de la cultura que abarque prácticas cotidianas como la cocina, el trabajo artesanal, la danza y la música popular, las festividades, la narración oral, las prácticas espirituales y religiosas, los juegos y deportes tradicionales, los círculos de palabra, la medicina ancestral, entre muchas otras. Además, debemos incorporar los cuidados como una cultura en sí misma, reconociendo la diversidad de saberes y sensibilidades en este ámbito. Por eso es fundamental revisar y ampliar la categoría de «cultura popular local» para reflejar la diversidad de las diferentes expresiones culturales presentes en la ciudad. 

También hay que implementar acciones de memoria para reconocer referentes culturales valorados por las comunidades migrantes, honrando sus contribuciones y construyendo una identidad cultural que reconozca otras experiencias y aportes sociales. Esto incluye la conexión y colaboración entre comunidades migrantes a nivel local, nacional y europeo, reconociendo que los desafíos y problemas que enfrentamos son compartidos y que el trabajo conjunto es fundamental para encontrar soluciones efectivas.

Gobernanza

La gobernanza en cultura implica garantizar que todas las personas tengan la oportunidad de participar activamente en la toma de decisiones y en la gestión de los recursos que afectan la actividad cultural de su comunidad. Tenemos derecho a participar en los procesos de elaboración, implementación y evaluación de las políticas culturales, de las que desarrollan las instituciones públicas y también las propias comunidades. Porque todas las personas, en mayor o menor medida, somos creadoras activas de políticas culturales. 

Tenemos una fortaleza imbatible que es la riqueza de nuestras culturas, la fuerza de nuestra diversidad.

En Barcelona, es fundamental crear espacios y mecanismos que permitan a las comunidades migrantes tener voz y voto en las decisiones del ámbito cultural. Quizás sea necesario implementar políticas de cuotas que garanticen la participación efectiva y la representatividad. Esto evitaría que la participación sea meramente simbólica y promovería la inclusión efectiva de la diversidad en la toma de decisiones culturales. Creemos que es necesario facilitar recursos sostenidos en el tiempo a las entidades culturales migrantes para que puedan desarrollar actividades de forma autónoma. Una buena política cultural institucional debe abrir el juego, promover que sea también la propia gente organizada por fuera de las instituciones la que saque adelante las propuestas que considere necesarias para su comunidad. 

Como decíamos al inicio, es evidente que partimos en desventaja a la hora de participar activamente en cultura teniendo un origen extranjero, sobre todo si venimos de países del sur global. Pero tenemos una fortaleza imbatible que es la riqueza de nuestras culturas, la fuerza de nuestra diversidad. Una potencia cultural que es imparable, pero sobre todo que está aquí, viva, activa y con ganas de crecer y de dejarse ver. 

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*Nota: este artículo recoge diversos aportes que se realizaron en el Fórum Drets culturals: com i per a qui? que realizamos el pasado 6 de mayo en el marco de AccióMigrant: Festival de culturas en resistencia, con la colaboración del Espai Avinyó y Cultura Viva en Fabra i Coats Fàbrica de Creación. De ese evento surgieron estas «12 propuestas urgentes para romper barreras en el ejercicio de derechos culturales por parte de colectivos migrantes y racializados de Barcelona».

Fotos: Violeta Ospina

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